martes, 21 de febrero de 2012

Blancanieves

Título: Blancanieves
Autores: Hermanos Grimm
Ilustrador: Benjamin Lacombe
Editorial: Edelvives
De 5 a 105 años

Lucía García Méndez, de 8 años, estaba empeñada en vivir un cuento. Y no un cuento cualquiera, quería que fuese Blancanieves. Y no una Blancanieves cualquiera, quería que fuese la que había mostrado en clase su profesora con unas ilustraciones impresionantes de un tal B. Lacombe. Esa es la historia que quería vivir y no otra. Y sabía cómo hacerlo. Así que, con gran determinación, entró en la biblioteca. Sin dudarlo, abrió el libro que quería y se metió dentro. Lo hizo con la misma facilidad con la que entraba por la puerta de su casa.
Hacía mucho frío en la primera página. Nevaba. Lucía, tiritando, se detuvo a escuchar a una reina que, asomada en uno de los balcones de su palacio, pensaba en voz alta:
«¡Ojalá tuviera un hijo con la piel blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro, como el ébano!»
La niña se paró en la palabra ébano. Sabia que se trataba de un árbol cuya madera era de un negro intenso, y que se utilizaba, entre otras cosas, para realizar figuras. Recordó haber visto dos preciosos y brillantes elefantes negros tallados con esa madera.
Dado que en los cuentos las cosa ocurren más deprisa que en la realidad, Lucía vio, con alegría, que la reina daba a luz a una niña de piel blanca, como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro, como el ébano. Y, ¡ay!, vio, con profunda tristeza, que la reina moría nada más nacer la princesa.
Vio también como el rey se casaba de nuevo con una mujer tan hermosa como malvada. Y vio que aumentaba su maldad cuando un espejo mágico, que ella poseía, le dijo que Blancanieves era más bella que ella. Y vio, en fin, que la envidia, ese terrible sentimiento, que destroza por dentro a quien lo padece, anidó desde entonces en el corazón de aquella perversa mujer. Y desde ese momento, su única obsesión fue acabar con la niña.
Lucía se acordaba del cuento de Blancanieves, pues se lo habían contado muchas veces de pequeña. Se acordaba del cazador que no quiso matarla y la abandonó en el bosque. Se acordaba de cómo la acogieron los siete enanitos, y de cómo la reina, al enterarse de que estaba viva, llena de rabia, planeó otra vez acabar con ella. Y se acordaba de la manzana envenenada que tanto la impresionaba.
Sí, se acordaba de lo que había pasado, pero nunca, nunca antes había vivido ese cuento tan intensamente como con este libro.
Texto y fotografías Paco Abril