sábado, 31 de marzo de 2012

Hoyos

Título: Hoyos
Autor: Louis Sachar
Editorial: SM
A partir de 11 años

Hay quien piensa que si un chico comete una falta o un pequeño delito, hay que castigarlo con severidad para evitar que se convierta en un delincuente. Eso fue lo que pensó el juez que envió a Stanley Yelnats a un campamento para muchachos descarriados, o dicho con las palabras del juez, a un correccional. Y esto es lo que se cuenta en Hoyos, uno de los mejores libros juveniles que se han publicado en los últimos años.
Sin embargo, «Stanley no era un mal chico. Era inocente del delito por el que lo habían condenado. Simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado».
El campamento a donde lo envíaron para que se reformara, se llamaba Lago Verde, aunque allí no había ningún lago.
«Antes había uno muy grande, el lago más grande de todo Texas. Pero de eso hace más de cien años. Ahora es sólo una llanura de tierra reseca».
Ya tenemos el protagonista: el bueno de Stanley; ya tenemos el paisaje en el que va a transcurrir la novela: un lago seco, y ya sabemos que ese lugar inhóspito es un reformatorio a donde se manda a los chicos malos.
Con estos ingredientes, el autor de Hoyos, Louis Sachar, construye una novela intensa, que nos engancha desde la primera línea. Una novela de muy fácil lectura, pero de muy difícil escritura. Cada palabra y cada frase parecen haber sido pensadas y pesadas para que digan lo justo, lo necesario, lo preciso. Diríase que en ese texto, tan bien armado, no falta ni sobra nada. Y sin embargo lo leemos con pasmosa facilidad, como si el autor nos estuviera contando esta fascinante historia al oído, y nosotros no quisiéramos que parase de contar.
Sorprende comprobar que, justo en la mitad del libro, hay un hermoso cuento en el que se relata la historia de Lago Verde hace ciento diez años, cuando era el lago más grande de Texas. Es un cuento magnífico que puede leerse o contarse sin necesidad de conocer el resto de la novela. Tiene una gran fuerza como relato en sí mismo. Pero si lo leemos con la novela, tal y como el autor lo pensó, todo el relato, y ese mismo cuento, adquieren la dimensión de la pieza que nos faltara para completar un fabuloso puzzle. Eso es lo sorprendente.
En ese lugar desolado, que es ahora Lago Verde, Stanley y todos sus compañeros de campamento, tienen que cavar todos los días un hoyo en la tierra dura y reseca del lago. Un hoyo de un metro de diámetro por un metro de profundidad. Cavar cuando el termómetro marca treinta y cinco grados a la sombra, no es precisamente una tarea fácil. Es algo que te llena de ampollas las manos, de agujetas los músculos y de impotencia el corazón.
A quien lea este libro también le quedará un hoyo en su interior, un hoyo insaciable que pide más y más lecturas como la de esta novela extraordinaria.
Texto y fotografía: Paco Abril