Candela y el misterio de la puerta entreabierta
Autora: Reyes Martínez
Ilustrador: Luis Ángel Cernuda
Editorial: Círculo Rojo
De 8 a 108 años
Cada poco, Jorge le pedía a Reyes, su madre, que le leyera lo que estaba escribiendo. Ella, aparte de trabajar en un hospital y ejercer de madre (la profesión más extraordinaria que existe), es escritora. Y Jorge su mejor crítico.
Ella le empezó a leer:
«Candela estaba mirando por la ventana. Todos los día la misma historia. Estaba harta de números, mapas, ríos y tablas de multiplicar…»
–Espera, mami, espera, todavía no me has dicho cómo se titula tu libro.
–Ah, es verdad, claro. Lo he titulado Candela y el misterio de la puerta entreabierta. ¿Te gusta?
–Sí, me gusta mucho que tenga la palabra misterio, y también lo de «la puerta entreabierta» porque detrás de ella puede pasar cualquier cosa. ¿Y qué le ocurre a esa niña? ¿Es un libro de mucho miedo? ¿Tiene enigmas que resolver?
–Ay, ay cuántas preguntas a la vez. Te contesto una por una. Candela, la protagonista, es una niña muy curiosa y muy imaginativa. Todos los días se detiene ante una casa muy vieja y misteriosa que atrae poderosamente su atención. La madre de Candela, dándose cuenta de su interés, le hace prometer que jamás entrará en esa casa. A lo del miedo te diré que he puesto una pizca, la suficiente para que guste sin que asuste. Y sí, habrá bastantes enigmas de los que tanto te fascinan.
–Y la niña va a desobedecer y va a entrar, ¡a qué sí!
–Espera, espera que las historias tienen su ritmo.
Pero Jorge no podía esperar, aquel relato había prendido su interés con la misma fuerza que a Candela le atraía la vieja casa. Así que aprovechando que su madre tenía que atender a otras ocupaciones, se metió en el libro justo en el momento en el que Candela atravesaba la puerta prohibida. Jorge la siguió. De repente –y aunque la niña no lo veía– quedaron los dos atrapados en una habitación.
–On et sepucoerp –escucharon decir a un niño–. Odnauc savleuser le amgine al atreup es árirba.
Jorge creyó que aquel niño hablaba una lengua extraña, pero luego pensó, que aquella forma de hablar debía de formar parte de un enigma. Lo importante era descubrir la clave para poder entender lo que el niño decía. Y no podía ser muy difícil.
–¡Jorge ven a cenar! –oyó decir a su madre–. ¿Dónde te has metido? Ven, que se enfría la cena.
El niño salió del libro. Sentía dejar allí sola a Candela. ¿Qué sería de ella?, ¿llegaría a resolver el enigma?, ¿qué misterios encerraba aquella casa? ¿lograría Candela salir de allí?
Todas estas preguntas se agolpaban en la cabeza de Jorge mientras cenaba sin prestar atención a lo que comía.
En la cama, cuando su madre fue a darle un beso de buenas noches, él pegó un salto en el colchón y exclamó:
–¡Ya lo tengo! atsah anañam, imam.
–Ya sé dónde has estado –le dijo con cariño su madre al oído–.
–Y ognet sahcum sanag ed revlov.
–De acuerdo. Mañana podrás hacerlo. Candela te estará esperando.
Texto y fotografía: Paco Abril