Autor e ilustrador: William Steig
Editorial: Blackie Book
Silvestre es el título de un libro que apetece empezar acariciándolo.
Abrirlo te hace encariñarte aún más con él, pues, de inmediato, aprecias la
textura del papel y el olor a libro fresco. Y te dices: ¡mmm, qué bueno!, voy a
deleitarme despacio, muy despacio, en la lectura de este cuento que promete
tanto. Silvestre es un libro que deseas que te guste “de golpe”. Quien lo lea
sabrá, desde el principio, por qué he utilizado la expresión que te guste “de
golpe”.
Silvestre, el protagonista de esta historia, es un burro. Reproduzco aquí
cómo empieza: “Silvestre Duncan vivía con su padre y su madre en la calle de
las Bellotas, en un pueblo llamado Avenilla de Arriba. Una de sus aficiones era
coleccionar piedrecitas de colores y formas curiosas”.
Esta afición va a ser el desencadenante de la inquietante –sí, inquietante–
peripecia que va a vivir Silvestre y que van a vivir todos los lectores de 3 a 103
años que se adentren en las páginas de este libro. Y sin destripar su
contenido, añado que quien siga su aventura tendrá el alma en vilo en más de un
momento y se preguntará: ¿podrá salir Silvestre de esa situación?
Y hasta aquí puedo contar.
Solo añadir que el texto –muy bien traducido, por cierto–, las ilustraciones
y la esmerada edición forman un todo inseparable que hacen de este cuento una
lectura perdurable.
Paco Abril