Invito,
a quienes lean estas líneas, a pasarse por el barrio de El Llano y descubrir
una ejemplar iniciativa de colaboración entre diferentes profesionales de este
lugar de Gijón. Con esta propuesta a contracorriente, las personas que la
realizan están demostrando lo mucho que se puede hacer con muy poco.
Pero
antes de explicar esa iniciativa, les ruego que me acompañen al pasado. Vamos a
retroceder algunos años antes del descubrimiento de América. La facultad de la
imaginación nos permite realizar ese viaje en el tiempo. Entremos en un taller
donde se venden mapas. ¿Qué características poseen esas representaciones
gráficas de la superficie terrestre? A poco que los observemos, veremos que reducen
el mundo a unos límites muy pequeños. Quienes dibujaron esos mapas llenaron lo
desconocido –que era mucho más que lo conocido– con lo más terrorífico de lo
imaginario. Los cartógrafos medievales, antes de admitir que ignoraban lo que
había más lejos de lo que estaba documentado, preferían rellenar de espantos
esos territorios y mares ignotos. Aquellos inventores de fábulas eran
cartógrafos del terror. Pero, aunque su influencia fue enorme y desalentó
algunas exploraciones, no pudo anular el deseo humano de querer seguir
descubriendo.
Nuestros
cartógrafos actuales, los que llamamos expertos, esos agoreros entre los que
predominan los economistas, nos dibujan el futuro con igual negrura que los
medievales pintaban los territorios ignotos. Quieren hacernos creer que no hay
vida más allá de los dominios asolados por ese monstruo devorador de
iniciativas al que han dado en llamar crisis. Lo peor de ese ser desmesurado es
que pretende comernos hasta la moral. Ellos mismos, y sus secuaces, se encargan
de alimentarlo a diario con sus mensajes catastrofistas. Y nos lo han colocado
delante de las puertas del porvenir con el fin de aterrorizar a quien pretenda
salirse de esa cárcel sin rejas.
A
esta visión limitadora, restrictiva, sólo se la pudo combatir en la Edad Media,
y también es posible hacerlo ahora, con una imaginación expansiva. En aquella
época fue esa imaginación de mayor potencia que la restrictiva, esto es,
aquella que formulaba la idea de que existía un mundo más allá de los límites
trazados por los mapas del miedo, la que abrió nuevas rutas, nuevas posibilidades.
Ahora, más que nunca, necesitamos del auxilio de esa
facultad de nuestra mente que nos permite conjeturar, idear, concebir, crear,
prefigurar, pensar, soñar despiertos. Tony Judt, en uno de los más
clarividentes análisis que se han hecho sobre la problemática del mundo actual,
se pregunta y nos pregunta: «¿Por qué nos resulta tan difícil siquiera imaginar otro tipo de sociedad? ¿Qué nos impide concebir otra
forma distinta de organizarnos que nos beneficie mutuamente? Parecemos
incapaces de imaginar alternativas».
Volvamos al principio, en el barrio El Llano, de Gijón, ha
surgido una importante iniciativa de imaginación expansiva. Establecimientos
relacionados con la artesanía y con la creación artística han unido sus
esfuerzos para, juntos, promover actividades, potenciar sus pequeños comercios
y ayudarse mutuamente. «Juntos» es precisamente el título de un libro del
sociólogo Richart Sennet. En él dice: «La cooperación lubrica la maquinaria necesaria
para hacer las cosas y la coparticipación puede compensar aquello de lo que tal
vez carezcamos individualmente. Aunque inserta en nuestros genes, la
cooperación no se mantiene viva en la conducta rutinaria; es menester
desarrollarla y profundizarla».
Cooperar es harto difícil porque hemos sido educados para
exacerbar el individualismo, para exaltar el yo por encima del nosotros, para
enaltecer la competitividad como el máximo de los valores. Pero si cambiamos de
chip mental y empezamos a ver esa cooperación como una fuerza, y no como una
debilidad, comprobaremos, vuelvo a Sennnet, que es «un intercambio en el cual
los participantes obtienen beneficios del encuentro».
Quienes han iniciado el «Distrito Llano» se han decidido a
hacer camino al andar, al decir de Machado. Y a emprender ese camino juntos,
sin alharacas, sin redes de protección, sin subvenciones, sin líderes ni gurús
que los guíen. Detrás de ellos sólo están ellos con sus pequeños proyectos, con
su esfuerzo, con su imaginación.
«Distrito
Llano», está proponiendo, en resumen, un arte muy laborioso y poco ejercitado,
el arte de cooperar, al arte de ayudar, el arte de imaginar, el arte de ponerse
de acuerdo, el arte de emprender iniciativas comunes. Todo eso junto y juntos,
casi nada.
Paco Abril (publicado en La Nueva España, 07-06-2013)