miércoles, 6 de junio de 2007

Despereaux

Despereaux
Autora: Kate Dicamilo
Editorial: Noguer
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Isabel, de nueve años, fue con su madre a la librería a la que solía ir con frecuencia. A Isabel le entusiasma leer y su madre le había prometido comprarle un libro muy especial. La librera las recibió con una gran sonrisa.
–Isabel – le dijo la librera dirigiéndose a la niña en tono de complicidad– tengo un libro que parece haber sido escrito para ti. Es un libro muy difícil de conseguir. Mira –dijo mostrándoselo–, es el único ejemplar que tengo.
Despereaux –leyó con dificultad la niña.
–Que no te desanime el título. Está en francés. Se lee desperó. Es el nombre que pone la madre al protagonista de esta historia. Nada más leer el primer capítulo sabrás por qué.Isabel cogió el libro como si le hubieran dado el mayor de los tesoros.Lola, su madre, tenía que hacer unos recados. Isabel prefirió quedarse a esperarla en un parque. La verdad es que tenía muchas ganas empezar a leer aquel libro que la atraía con una fuerza irresistible.Así que abrió el libro y empezó a leer la portada:
Desperaux
Es la historia de un ratón, una princesa, una cucharada de sopa y un carrete de hilo.
Luego venía una página de agradecimientos seguida de otra con esta dedicatoria:
Para Luke, que me pidió la historia de un héroe improbable.
Isabel sabía que improbable significaba que es muy difícil que ocurra.
Todo esto la estimuló aún más a sumergirse de lleno en la lectura.
Empezó el primer capítulo:
“ESTA HISTORIA COMIENZA entre los muros de un castillo, con el nacimiento de un ratón.”
Y ya tenemos, lector, a Isabel dentro del castillo. Sigámosla. Acaba de ver nacer un ratón minúsculo. Su madre, una ratona francesa, está decepcionada. Su marido le pregunta cómo va a llamarlo.
– Llamaré Despereaux a este ratón, por toda la tristeza, por la desesperanza de este lugar.
Isabel se encariña desde el principio con este ratoncito diminuto, de orejas desmesuradas, que nació con los ojos abiertos y que nadie cree, ni su padre ni su madre, que vivirá mucho tiempo.
“He aquí”, piensa Isabel, “al héroe improbable.”
La niña siguió leyendo la historia de Despereaux, el héroe improbable.
No podía dejar de leer, lector. Si lo hacía le parecía que abandonaba al ratón a su suerte. Y el héroe diminuto, en la página 71, que es hasta donde había llegado Isabel, estaba pasando por una situación muy difícil y peligrosa. Ahora sí que su vida corría peligro.
¿Abandonarías lector a tu héroe cuando más te necesita?
Pues Isabel tuvo que hacerlo. Una mano que se le puso en el hombro la sacó de repente de su ensimismamiento.
No te asustes, lector, aquella mano era la de su madre que la hacía regresar al mundo real.
¿Real? ¿Acaso no eran también reales las intensas emociones que había vivido siguiendo a Despereaux?
Sí, por supuesto que eran reales, por eso Isabel apresuró el paso, quería llegar pronto a casa, cenar y volver con su héroe improbable.
Unos días después Isabel iba pensando en una frase que le había quedado grabada del libro. Era esta: “Las historias son luz, y la luz es preciosa en un mundo tan oscuro.”En pocos libros, pensó Isabel, he encontrado tanta luz como en este.
Y empezó a leerlo de nuevo.

La aventura formidable del hombrecillo indomable
Autor: Hans Traxler
Editorial: Anaya
(Texto publicado en La Oreja Verde)

¡Qué aventura tan formidable fue la que vivieron Bingyu Pan, Candela Cuesta y Sergio Pérez.
Ocurrió una mañana, durante el recreo, en la biblioteca escolar. Ya les habían advertido en numerosas ocasiones que tuvieran cuidado con los libros, pues a quienes se adentran en sus páginas puede sucederles lo más imprevisible.De repente vieron, en una esquina de la biblioteca, a un hombrecillo vestido con un traje verde de curiosos pantalones bombachos, un sombrerito de paja y unos calcetines de cuadros escoceses. El hombrecillo, sin decirles nada, cogió una esponja que encontró en el suelo y empezó a estrujarla.
Y, poco a poco, la biblioteca se fue llenado de agua, cada vez más agua y más agua. Hasta que aquello se convirtió en un lago inmenso.Bingyu, Candela y Sergio no tuvieron más remedio que seguir al hombrecillo y, al igual que él, “para no perder la vida, a un tonel subieron enseguida”.
Y las peripecias se sucedieron sin respiro una tras otra.
Escalaron un volcán, volaron en avión, montaron en camello, visitaron Roma y China todo ello en un abrir y cerrar de páginas.
Y, al final, antes de que diera la una, se encontraron en la Luna.
Cuando les contaron esta peripecia a sus compañeros de clase, todos fueron corriendo a la biblioteca deseando encontrase con aquel hombrecillo para seguirlo en su delirante aventura.
Y muchos fueron los que tuvieron la suerte de encontrarlo nada más abrir las páginas del libro “La aventura formidable del hombrecillo indomable”.

Larita
Autor: Suso Cubeiro
Editorial: Everest
(Texto publicado en La Oreja Verde)
Martino tenía que hacer una entrevista a un personaje de un libro, pero un personaje que no fuera un ser vivo, ni persona ni animal ni planta. La verdad es que cuando la maestra les propuso esta tarea a sus alumnos, todos creyeron que se trataba de una adivinanza o de una broma.
–Podéis entrevistar –les había explicado la maestra–, a una lavadora, a un coche o a un lápiz, por ejemplo, siempre y cuando alguno de estos objetos haya sido, como os dije, protagonista de un cuento, de una historia. Lo que sí es importante es que en la entrevista ese objeto parezca que tiene vida de verdad. Vuestras palabras tienen que hacer ese milagro. Eso es lo que hacen los escritores.
A todos les parecía un ejercicio muy difícil.Sin embargo Martino ya sabía a quién iba a entrevistar. Un tío suyo “loco por los trenes”, como decía su madre, le acababa de regalar un libro que le había impresionado mucho. Se titulaba Larita, y era la historia de una antigua locomotora de tren relatada por ella misma. Y estaba tan bien contada y dibujada que aquella máquina parecía más viva que muchos seres vivos.
Así que, nada más llegar a casa, cogió el bocadillo que tenía preparado encima de la mesa de la cocina, se metió en su habitación, abrió el libro que le había regalado el “loco por los trenes” y empezó a escribir su entrevista.
–Buenas tardes, Larita. Te agradezco mucho que hayas aceptado venir a conversar conmigo. Tú ya tienes muchos años, aunque no sé si serán demasiados para una máquina. ¿En qué año naciste?
–Vine al mundo en Inglaterra, en el año 1880, un 15 de junio. Hace ahora, ¿sabes cuánto? ¡125 años! ¡Cómo me acuerdo del día que salí del taller! Las otras locomotoras da fábrica me miraron con admiración y, por qué no decirlo, con un poquito de envidia también. Ellas sabían que yo era una locomotora muy especial.
–¿Por qué eras tan especial?
–Porque había sido concibida para remolcar al tren de un rey.
–Parece el comienzo de un cuento.
–Es que mi vida es como un cuento.
–Por favor, empieza por el principio, ¿quién te puso ese nombre?
–Bueno, en el taller me bautizaron con el nombre de Cero Tres Cero, pero después de muchas peripecias me llamaron Lar y, más tarde, de manera cariñosa, Larita.
–¿Te gusta ese nombre?
–Pues, si hubiera podido escoger, a mí me hubiera gustado más llamarme Lariña, pero ya sé que ni los humanos podéis elegir vuestro nombre.
–Volvamos atrás, ¿llegaste a ser la locomotora de un rey?
–No, qué va. Una desgracia rompió mi sueño al poco de llegar en barco a estas tierras.
–¿Qué te ocurrió?
–Que se rompió la cadena de la grúa que me estaba bajando al puerto y casi me quedo paralítica para siempre.
–Oh, debiste sufrir mucho.
–Ni te lo imaginas. Pasé a ser de la locomotora envidiada a la locomotora olvidada. Nadie quería saber nada de mí. Y pase mucho tiempo apartada en un descampado, oxidándome, que es como envejecemos las máquinas.
–Pero ahora tú eres la gran protagonista de un libro.
–Sí, eso se debe a la generosidad y al buen hacer de un magnífico escritor e ilustrador. Ahora puedo decir bien alto que yo tuve tres vidas. La primera cuando vine al mundo en aquella fábrica inglesa. La segunda me la dieron César y Xesús, dos viejos amigos de los trenes. Y, la tercera, y la más notable, me la ha dado ahora con este libro Suso Cubeiro.
–O sea, que el que quiera conocer tus tres vidas, tan llenas de peripecias, tendrá que viajar contigo en ese libro.
–Si, además, cada vez que alguien lo lee, como has hecho tú, me da una vida más. Por eso te doy mil gracias.

La gata Felicia
Autora: Meredith Hooper
Ilustrador: Bee Willey
Editorial: Serres
(Texto publicado en La Oreja Verde)

Si viajáis a Madrid, a París, a Londres o a Nueva York y preguntáis a cualquiera por Felicia, os sorprenderá comprobar que todo el mundo la conoce. Bueno, pero no tenéis que preguntar a las personas, sino a los gatos, porque Felicia es una famosa gata.Aprovechamos que pasó por ESpaña a presentar el libro en el que se cuenta su vida para charlar con ella, aunque, la verdad está ya más que harta de entrevistas.
–Felicia , tu eres, quizá, la gata más conocida por los gatos del mundo, aunque la mayoría de los seres humanos no sepan quién eres. ¿Por qué los gatos te consideran su heroína?
–Todo empezó la Noche de Entrada Libre para los Gatos en los museos. Miles de gatos visitamos los más importantes museos y contemplamos, indignados, que, en los cuadros, aparecían perros, caballos, pájaros, monos, tigres y hasta leones, pero apenas si había algún cuadro con gatos. ¿Por qué esta desconsideración hacia nuestra especie nos preguntamos?
–Eso, ¿por qué?
–Me costaba encontrar una explicación satisfactoria a esa pregunta. Yo, como pintora que soy, quise reparar esa injusticia, y volví a pintar alguno de las más reconocidas obras de arte, pero añadiéndoles los gatos que deberían haber figurado en ellas.
–¿Hay alguna pintura española a la que hayas añadido el gato o los gatos que faltaban?
–Sí, he vuelto a pintar Las meninas, de Velázquez, ese fabuloso cuadro, y le he colocado un gato lamiéndose las uñas. Ahora esa pintura ha ganado en calidad, en intensidad y en gatuidad (vosotros diríais en humanidad).
–Y se dice que has descubierto por qué sonríe la Gioconda o Mona Lisa, de Leonardo da Vinci ¿es cierto?
–Está clarísimo que sonríe porque sujetaba entre sus manos un hermoso gato. Y así es como también la he vuelto a pintar yo.
–¿Dónde podemos contemplar tus obras de arte?
–Mis pinturas, por ahora, sólo pueden verlas los gatos en nuestros museos. En este momento hay un intenso debate en las diversas comunidades felinas sobre si se debe o no dejar visitarlos a los seres humanos. Existe entre nosotros una arraigada, y justificada, desconfianza hacia los humanos.
–O sea, que no hay manera de conocer tu historia y tus obras de arte.
–Claro que podéis. ¿Cómo? Leyendo y viendo el libro en el que se narra mi historia. Se titula La gata Felicia.
Dicho esto, desapareció con el mismo sigilo con el que se había presentado.