Título: El nacimiento del DRAGÓN
Autora: Marie Séller
Ilustradora: Catherine Louis
Editorial: Factoria K de libros
A partir de 6 años
A la hora de comer, Pablo, de 7 años, siempre cuenta a sus padres lo que ha hecho en el colegio esa mañana, lo que propicia jugosas conversaciones familiares. Os transcribimos una de estas animadas charlas recogida por La Oreja Verde. Pablo: Hoy la profesora nos contó un cuento chino que se titulaba El nacimiento del Dragón. Madre: ¿De qué trataba el cuento? Niño: Era un leyenda china. Padre: ¿Qué es una leyenda? Niño: Pues, según nos dijo la seño, una historia fabulosa, imaginaria. Padre: Perdón por la interrupción, ¿cuéntanos esa leyenda? Niño: Pues resulta que hace mucho tiempo, cuando todavía no existían los dragones, los chinos vivían en tribus. Cada tribu la protegía un espíritu que los ayudaba. El espíritu protector de los pescadores era el pez; el de los que vivían en las montañas, el ave. Bueno había más espíritus de esos, cada uno de un animal. Pero en vez de vivir en paz, los hombres se hacían la guerra diciendo que su animal protector era el mejor. Madre: Igual que si fueran equipos de fútbol o de otra cosa. Niño: Sí, pero estos se mataban entre ellos. Padre: ¿Y qué pasó? Niño: Pasó que los niños, hartos de los terribles enfrentamientos de su mayores, «declararon la guerra a la guerra», me acuerdo muy bien de esa frase, porque la repetimos varias veces. Entonces ellos decidieron crear un animal que tuviera algo de cada uno de los espíritus protectores de las diferentes tribus. Dijo la seño que crearon un animal puzzle, ágil como el pez, libre como el ave, rápido como el caballo, astuto como la serpiente y fuerte como el búfalo, y al que llamaron DRAGóN. Madre: ¿Y ese animal fantástico acabó con las guerras para siempre? Niño: No, la verdad. Aunque convirtieron el dragón en el animal de la paz, siguieron haciendo guerras y eso que habían prometido que nunca más guerrearían. Padre: No acaba demasiado bien. Niño: Acabaría bien si los hombres hubieran hecho caso a los niños. Y esta fue la conversación que La Oreja Verde oyó y anotó un día en una casa a la hora de comer.