miércoles, 19 de diciembre de 2012

sábado, 3 de noviembre de 2012

Presentación de Alma de papel en Gijón



Presentación de Alma de papel en el Club La Nueva España de Gijón


Reseña de Orlando Moratinos en La Nueva España
Un pequeño gran libro
Por Orlando Moratinos Otero
El pasado viernes se presentaba en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón (Sala Cultural de Cajastur) un pequeño tesoro bibliográfico a lo que, por desgracia, los gijoneses no estamos muy acostumbrados. Paco Abril (Teruel, 1947), con su ágil y cercano discurso ha mostrado ante una sala repleta de amigos su pequeña gran obra Alma de papel. Se trata de una composición repleta de arte, poesía, historia, filosofía y pedagogía. Todo ello aderezado con una gran destreza y dosis de cariño e ilusión que llevan al lector a adueñarse de los contenidos y hacerlos propios. Su tamaño es el de una libreta propia de trabajo que el artista y el escritor suelen llevar siempre en su bolsillo para plasmar sus bocetos y tomar apuntes e ideas en cualquier momento y lugar. Una libreta que toma el formato de libro de 14 x 9 cm. con un hermoso papel Registro Ahuesado de 170 gramos que conforman las 81 páginas por las que se deslizan suavemente imágenes en forma de collage emparejadas cada una de ellas con un breve poema. Siguiendo las palabras del autor, he podido comprobar que la lentitud es la gran aliada para que, cada página de este librito nos vaya brindando una lectura fresca que, al lado de las imágenes se convierte en verdadera poesía (la montaña, la lectura, la historia, la literatura, la pedagogía, el arte o la filosofía).
La palabra de la que se nutre  Alma de papel es una constante que se va convirtiendo en una especie de perfume arrebatador que embelesa la imaginación de quien fija los ojos sobre unos textos escritos por Paco Abril con el corazón.
La forma de edición, tan novedosa como eficaz en los tiempos que corren es otro de los ingredientes que hacen única esta obra. La microfinanciación por cerca de 150 humildes mecenas a través de la plataforma on-line “La Tahona Cultural” es una nueva forma de producción cultural. Novedosa y arriesgada pero, al fin y al cabo, cercana, directa y responsable. Toda una revolución. Las ideas y los proyectos que contengan innovación ya pueden ir pensando en una fórmula similar. Con ella se renuncia, (ojalá cunda el ejemplo) a posibles servidumbres que, querámoslo o no, siempre restan libertad. Ahí tenemos el reciente rechazo de Javier Marías al Premio Nacional de Narrativa. Los mecenazgos si no se forjan desde el sentimiento y el corazón, aderezados con un poco de pasión, es preferible que se guarden de apoyar cualquier proyecto cultural.
Fueron muchos los agradecimientos que Paco mostró a quienes le apoyaron en su pequeña gran obra. En realidad somos los lectores quienes estamos agradecidos por su aportación a nuestro enriquecimiento intelectual y espiritual. 

jueves, 26 de julio de 2012

Entrevista en Biblioasturias

Biblioasturias es una magnífica revista digital. Desde ella se trabaja para dar a conocer a los escritores asturianos, los libros que se publican, la actividad bibliotecaria y todo cuanto se mueve alrededor del mundo del libro. En este enlace podréis leer la entrevista que me han dedicado. Gracias a todos los que hacéis posible esta web.

 Enlace a la entrevista

martes, 12 de junio de 2012

El caballero fantasma

Título:
El caballero fantasma
Autora:
Cornelia Funke 
Ilustrador:
Friedrich Hechelmann
Editorial:
Siruela 
De 10 a 110 años

La semana pasada, salió fotografiada en La Oreja Verde Inés Artieda Medina con el libro titulado Kalakamake. A partir de esa foto y de ese libro, imaginé una historia en la que Inés fuera la protagonista.
 Viene esto a cuento porque, mientras ella posaba para la foto, su hermano Jonás, de 11 años,  se sintió muy atraído por una novela que llevaba conmigo titulada El caballero fantasma. Se la enseñé a Jonás porque quería convertirle, también a él, en el protagonista de un cuento que tuviera relación con esa novela. De inmediato, Jonás se metió entre las páginas de aquel libro con tal entusiasmo que parecía que no tenía nada más importante que hacer en el mundo que seguir leyendo.
Y no es de extrañar su entusiasmo, porque la aventura que se relata en este libro es emocionante, intensa y trepidante desde la primera frase. Te deja sin aliento nada más empezar a leerlo.
Por eso ya no me acuerdo, ni tiene ninguna importancia, si la conversación que Jonás entabló con el protagonista de esa historia ocurrió de verdad, me la inventé o la soñé. Lo que importa es lo que hablaron. Fue Jonás quien empezó la charla.
–Qué curioso, tú te llamas Jon, que son las tres primeras letras de mi nombre. Me ha sorprendido que empiezas a contar tu historia muy, muy enfadado. ¿Qué te ha ocurrido para estar tan disgustado? 
–Tengo motivos de sobra para estar rabiado. Dime, ¿cómo te sentirías tú si hubieras perdido a tu padre a los cuatro años y, cuando ya tienes once, va tu madre y pretende casarse con un tipo que te cae fatal?  Y para colmo, tus dos hermanas y hasta el traidor de tu perro lo adoran. 
–La verdad es que yo me sentiría destrozado.
–Nos entendemos. ¡Y para rematar todo este mal rollo, para machacarme aún más, van y me mandan desterrado a un asqueroso internado! Sospecho que el culpable de esa decisión fue el barbudo novio de mi madre.
–Terrible.
–Pero, amigo mío, nada más llegar a «mi prisión» me di cuenta, y tú también si sigues leyendo las increíbles aventuras que viví allí, de que las preocupaciones que llevaba conmigo eran muy poca cosa comparadas con lo que me iba a pasar después. Y ahora tengo que marcharme. Nos vemos en Salisbury, Jonás, y te hablaré de los fantasmas.
–¿¡Fantasmas!? ¡Sí, sí, ya estoy deseando volver allí!
Texto y fotografía: Paco Abril

Kalakamake o lo que no se ha conseguido

Título:
Kalakamake o lo que no se ha conseguido
Autora:
Anna Tortajada
Ilustrador:
Antonio Acebal
Concepción gráfica:
Forma
Edita:
Medicus Mundi Asturias 
A partir de 7 años
A la clase de Inés Artieda Medina, de 7 años, acudió un día una colaboradora de la organización Medicus Mundi Asturias y les habló de una enfermedad terrible llamada malaria. Les contó que más de dos millones de personas, la mayoría niños menores de cinco años, mueren cada año en África, Asia y América a causa de ese «mal aire», que es lo que significa la palabra malaria. 
Inés salió triste y pensativa del colegio, con la cabeza llena de preguntas. Sus preguntas eran como pájaros inquietos que querían volar presurosos en busca de respuestas. Ella quería saber más, mucho más. Se dio cuenta, a sus siete años, de que cuanto más supiera más podría ayudar. Y ella quería ayudar a curar aquel mal.
Antes de ir a casa, le pidió a su madre que la dejara estar un rato en la biblioteca, que es el lugar donde se pueden encontrar respuestas. Al entrar vio un poema escrito en la pared con letras muy grandes. Le gustó tanto que lo copió en su libreta. Decía el poema:
Los libros/ no son para mirarlos,/ son para tocarlos,/ abrirlos,/ y leerlos,/ que es como entrar en ellos./ Prueba y verás.
Debajo traía el nombre de Karmelo C. Iribarren, que debía de ser quien lo había escrito.
Inés probó. Pidió a la amable bibliotecaria un cuento sobre la malaria. Y ésta le ofreció uno que se titulaba Kalakamake, o lo que no se ha conseguido.
La niña abrió el libro y, como decía el poema, entró en él. De repente, se encontró con un niño africano, que le dijo:
«Yo soy Kalakamake, pero todos me llaman Kalaka. Mi nombre significa ˝lo que no se ha conseguido˝. Me gusta mi nombre: si algo todavía no se ha conseguido, aún puede conseguirse. ¿No?».
Inés asintió con la cabeza. 
«Algunas veces me pregunto: ¿Qué es eso que no se ha conseguido y yo podría conseguir?».
Kalaka le contó a Inés cómo vivía en su aldea africana, le habló de su madre, de sus hermanas, de su padre y de la malaria, la terrible enfermedad que transmite un mosquito, y que podría curarse con una vacuna.
«Dice mi padre que con una vacuna ya no coges la enfermedad. No es ningún amuleto de la suerte, ni nada así. Es otra clase de medicina. Te protege de la enfermedad como un escudo».
A Inés le gustó mucho la explicación de la vacuna como escudo. Ya sabía cómo podía ayudar a cambiar el mundo. Quería hacer lo que le dijo Kalaka cuando se despidieron: «Sólo soy un niño, pero no importa. Ahora mismo puedo empezar. Voy a ser como Khapá, la tortuga terrestre, que camina muy despacio, pero siempre llega a donde quiere llegar».
Sí, Inés también quería ser como Kalaka. Y para ello volvió a leer aquel hermoso libro despacio, muy despacio.
Texto y fotografía: Paco Abril

Las mil y una noches

Título:
Las mil y una noches
Autores:
Lluís Farré y Mercè Canals
Adaptación:
Carmen Gil
Editorial:
Combel
A partir de 7 años
En la clase de Rocío Belén Calvo, de 11 años, querían hacer una representación de teatro en la fiesta de fin de curso. Pero, como había muchas más actividades programadas en ese día, buscaban una obra que fuese corta, muy interesante, fácil de aprender y en la que todos pudieran participar. No era sencillo encontrar algo que reuniera esas cuatro características. Y los alumnos se pusieron a indagar como si trataran de hallar una perla en el fondo del mar.
Rocío se topó, de casualidad, con esa deseada perla en la biblioteca. Estaba hojeando un espléndido y vistoso libro que se titulaba Las mil y una noches. Al abrir cada una de sus páginas, surgía una escena en relieve de un país de ensueño. Tuvo la sensación de estar contemplando diferentes momentos de una fantástica actuación teatral.
Luego se fijó en el texto. En cada página aparecían cuatro versos fáciles de aprender en los que se contaba, de manera resumida, que el sultán, es decir, el mandamás de aquel hermoso país, se casaba cada noche con una mujer a la que mandaba matar al amanecer.
Qué terrible, pensó Rocío. Y se preguntó por qué aquel tirano asesino cometía esos horribles crímenes, y si no habría alguna manera de parar esa atrocidad.
Muy interesada, siguió leyendo aquellos versos. Y mientras los recitaba en voz alta, observó que, si los repetía varias veces, los aprendía sin problemas, como si fuera la letra pegadiza de una canción.
Y fue entonces cuando se dio cuenta de que aquel libro se ajustaba perfectamente a lo que estaban tratando de encontrar, pues cada alumno podía aprender sólo dos versos y luego recitarlos seguidos, unos detrás de otros. De esa manera participaría toda la clase. En resumen, cumplía las cuatro características que buscaban.
Rocío entró en su aula con el libro de Las mil y una noches debajo del brazo y dijo:
–Ya tengo la obra que podemos representar, cada uno sólo dos versos tiene que memorizar.
Versos como éstos:
Se alza un bello palacio en medio del desierto.
Todo aquel que lo ve queda boquiabierto.
Y su propuesta fue aceptada con total unanimidad y un fuerte aplauso.
Rocio nos ha pedido que os traslademos su invitación para que vosotros también convirtáis ese libro en una representación.

Texto y fotografía: Paco Abril

Julia, la niña que tenía sombra de chico


Título:
Julia, la niña que tenía sombra de chico
Autores:
Christian Bruel /Anne Galland
Ilustradora:
Anne Bozellec
Editorial:
El Jinete Azul
A partir de 8 años
Paula Coto García, de 10 años, se encontró un día, de casualidad, con una niña llamada Julia, que tenía sombra de chico. De inmediato se sintieron conectadas por una corriente de simpatía, y empezaron a conversar como si fuesen amigas de toda la vida.
A Paula se le escapaban las preguntas de la boca.
–¿Cómo es posible que tengas sombra de niño siendo una niña? Eso es imposible.
–Pues tú misma está viendo mi sombra, así que no es imposible.
–Pero ¿por qué te ocurre? ¿Es una enfermedad?
–No lo creo. Me salió esta sombra porque mi madre y mi padre siempre, siempre me están diciendo que me comporto como un chico. Me regañan a todas horas asegurando que tengo mala pinta, que soy insoportable, que digo palabras feas, que me arrastro por el suelo, que voy hecha un desastre…En resumen, me dicen que soy un chico maleducado.
–¿Y por decirte eso te salió sombra de chico?
–Pues sí, por decirme eso muchas, muchas, muchas veces. 
–¿Cuándo te diste cuenta de ello?
–Una mañana, al despertarme, entraba la luz por la ventana de mi habitación y no sé por qué me fijé en mi sombra. Me quedé asombrada al verla, y nunca mejor dicho. Al principio no podía creer que fuera mía. Y me sentí muy rara, muy extraña, como si hubiera dejado de ser yo. 
–¿Y no se lo dijiste a nadie?
–Sí, por supuesto, se lo dije a mi madre, pero no me hizo ningún caso. Sólo comentó, molesta, que de dónde sacaría yo esa ideas tan descabelladas.
–¿Te gusta tener esa sombra de niño?
–Claro que no. Me inquieta mucho, quiero que desaparezca de mi vista, quiero echar a correr de ella, no la soporto, deseo que vuelva mi verdadera sombra.
–Me gustaría poder ayudarte, pero no sé cómo.
–Me ayudas conversando conmigo. Siento que me escuchas de verdad y que me comprendes. Ésa es la mejor ayuda que puedo recibir. Ahora tengo que irme. Voy hasta el parque a ver si consigo liberarme allí de esta maldita sombra. Ya te contaré. 
–Sí, porque me gustaría mucho que nos volviésemos a ver.
–A mí también. Pero ya sabes que puedes verme cuando quieras.
Ah, perdón, se me olvidó deciros dónde se encontraron Paula y Julia.
¿No lo adivináis? ¿No sabéis dónde pueden ocurrir los encuentros más increíbles? ¿No? Sólo hay un lugar donde todo eso es posible.
Ese lugar es un libro, por supuesto. Y el impresionante libro en el que se encontraron las dos niñas se titula Julia, la niña que tenía sombra de niño.
Texto y fotografía: Paco Abril

lunes, 7 de mayo de 2012

Reivindicación de la alegría

En este enlace puedes acceder a mi artículo que fue publicado en el periódico La Nueva España.
http://www.lne.es/opinion/2012/04/03/reivindicacion-alegria/1223174.html

Víctor

Títulos de la colección:
Victor y los vampiros. Victor y los romanos
Autora: Maite Carranza
Ilustraciones: Agustín Comoto
Editorial: Edebé
A partir de 10 años

Nicolás Suárez y Llara González, los dos de 11 años, conocieron, cada uno en un lugar diferente, a Víctor, un niño de su misma edad.  Nicolás se lo encontró en Transilvania, de donde dicen que provienen los vampiros. Llara se tropezó con él (aunque ella misma no está muy segura de si fue ahí) en un campamento de los antiguos romanos.
Es el momento de explicar quién es ese niño tan viajero, o mejor esperamos a que nos lo diga él mismo.
Víctor ha relatado sus aventuras que, con sus pocos años han sido muchas y variadas, en dos libros. En uno narra sus peripecias con los vampiros y en el otro lo que le ocurrió con los romanos.
Nicolás y Llara, que habían leído esos libros, quedaron con Víctor durante el recreo sin necesidad de avisarle, pues los personajes que aparecen en los relatos siempre están disponibles. 
Cuando llegaron a la biblioteca, Víctor los estaba esperando.
–Hola, amigo, queremos hacerte una entrevista para nuestro periódico.
–Oh, muchas gracias. Caray, parezco un personaje importante. Mis amigos no se lo van a creer cuando se lo cuente. Preguntad, preguntad
–¿Has escrito tú de verdad esos dos libros?
–Bueno escribirlos, lo que se dice escribirlos, lo ha hecho la escritora Maite Carranza, pero, ojo, yo se los he dictado. Ella ha copiado con exactitud cada palabra mía, es decir, que se ha limitado nada más que a teclear lo que yo le contaba.
–¿Y todo lo que dices en ellos te ha pasado de verdad o has exagerado un poco?
–No he exagerado nada. Lo que está en esos dos libros es la pura verdad de lo que me ha ocurrido. Lo juro. 
–¿Podemos decir que todas tus aventuras se produjeron porque falsificaste tus notas, dado que las habías suspendido todas?
–Pues sí, ese pequeño detalle fue el comienzo de todo.
–Pequeño, dices, con todo lo que desencadenó.
–Sí, la verdad, es que fue algo muy gordo. Eso hizo que viajara a Transilvania, que conociera a mis amigos del alma, que tuviera que cambiar de cole y...
–Y no cuentes más. El que quiera saberlo que lea tus libros, ¿no?
–Eso, sí, por supuesto.
–Gracias, Víctor, hasta el próximo libro.
Texto y fotografías: Paco Abril

El caso del niño que no quería ser niño

Títulos:
·La diferencia entre un fantasma y un espectro.
·El caso del niño que no quería ser niño.
Autor: Tom Fernández
Ilustradores: Patricia Castelao y Marcos Calo 
Editorial: Anaya
De 9 a 109 años

Cristina Panchenko tiene 10 años y es una lectora rara. Y es rara porque no se conforma con leer un libro, no; ella quiere ir siempre más allá. Y su más allá es empeñarse en conversar con los personajes de los libros que más le han gustado. Y no sabemos cómo lo hace, pero lo consigue. 
La Oreja Verde –tampoco vamos a revelar cómo– consiguió grabar la conversación de Patricia con el personaje principal del último libro que había leído, cuyo título es El caso del niño que no quería ser niño. Reproducimos aquí esa conversación completa en exclusiva mundial.
–Hola, ¿tú eres Dragón Díaz, verdad?
–¡Huy, sí! ¿Cómo es que me conoces? ¿Quién eres tú?
–Me llamo Patricia y te conozco porque acabo de leer un libro en el que tú eres el protagonista.
–¿De veras? ¡Qué bien! ¿Qué libro has leído?
–¿Es que has salido en más de uno? Porque yo he leido El caso del niño que no quería ser niño.
–Ese es el segundo. El primero se titula La diferencia entre un fantasma y un espectro. ¿Qué te pareció? Si quieres decírmelo, claro.
–Me impresionó. Si no me hubiera gustado no estaría ahora hablando contigo. Por cierto, no me puedo creer que, con 9 años, no sepas cuánto son dos más dos.
–Habla bajo, por favor, que como se entere mi profe de mates me mata. De todas formas, dos más dos son cinco, por supuesto.
–Sí, claro, por eso has puesto a tu pandilla de detectives Club de 2+2=5.
–Estás muy enterada. Sí, somos detectives de niños raros, porque nosotros tres lo somos. Yo soy incapaz de hacer esa simple suma, Jimena es alérgica al cariño y Martín engorda cuando tiene miedo. 
–Hay personas mayores que dicen que todos los niños somos raros. Mira si yo seré rara que me metí en la aventura que vives en el libro con tus amigos y me sentí una más. Lo pasé genial, aunque te confieso que hubo momentos en que tuve bastante miedo, sobre todo cuando me enteré de quién era en realidad la…
–¡Calla, no lo cuentes!, si alguien quiere leer el libro le quitas la emoción.
–Tienes razón, a mí tampoco me gusta que me destripen los libros. Vaya, ya ha sonado el timbre para entrar en clase. Quedamos otra vez cuando termine el primer libro de tus aventuras, ¿de acuerdo? Mira si soy rara que leí el segundo libro en vez de empezar por el primero.
–Espera un momento, ¿quieres ser del Club 2+2=5?
–¿Cómo que si quiero ser? Ya lo soy. Los que te leemos ya lo somos.
–¡Coliflores! ¡Por supuesto que sí! ¡Sois los más destacados del club! Te espero.
Texto y fotografía: Paco Abril




Un mundo de cuentos



Título: Un mundo de cuentos
Textos: Ana Gasol y Teresa Blanch
Ilustradora: Mercè López 
Editorial: Juventud. De 7 a 107 años


Fernando Gil Llaneza está a punto de cumplir siete años.
–Quiero un regalo muy especial para mi cumpleaños –les dijo a sus padres.
–¿Te apetece un video juego? –le preguntaron.
–No, eso ya lo tengo.
–¿Quieres un juego de construcción?
–Eso también lo tengo.
–¿Y sabes ya lo que quieres?
–Sí, quiero un libro que traiga cuentos de todo el mundo.
–Vaya, eso si que es un regalo muy, muy especial –comentó su padre–, porque no va a ser fácil encontrar algo así. Se han publicado muchos libros de cuentos, pero no sé si habrá alguno que recoja cuentos de todo el mundo.
–Lo mejor –propuso su madre– es que vayamos a una librería y preguntemos, ¿te parece?
Una vez en la librería, les atendió un chico muy simpático.
–Este niño quiere un libro muy especial. Dile lo que quieres, Fernando– le pidió su madre.
–Quiero un libro de cuentos de todo el mundo.
El librero sonrío. Fernando comprendió que aquella sonrisa significaba que sí, que tenía lo que le pedía.
–Pues mira, Fernando, has tenido una gran suerte, porque hoy mismo nos ha llegado lo que tanto quieres. Hagamos, primero, un pequeño experimento: dale unas cuantas vueltas a la bola del mundo que está en el mostrador. Párala cuando quieras y deja que tu dedo señale un lugar cualquiera.
–Ya está. La he parado en Nueva Zelanda.
–Qué bien, Fernando, has ido a parar a Oceanía, el continente de la tierra más alejado de nosotros. Ahora espera.
El dependiente se acercó a una estantería y cogió un libro.
–Mira lo que traigo. Es un libro que se titula Un mundo de cuentos. Se recogen en él cuentos de todo el mundo. Ahora vamos a realizar una comprobación. Tú señalaste en la bola del mundo Nueva Zelanda. Averigüemos si en el libro hay algún cuento de ese lejano país. Voy a mirar en el índice. ¡Sí, aquí está! Hay un cuento de Nueva Zelanda que se titula «Cómo perdió sus alas el pájaro kiwi». Y como éste, aparecen aquí cuentos de los cinco continentes.
–Fernando –le dijo su padre– creo que es el libro que estabas buscando.
–¿Y me lo puedo llevar ya aunque todavía falten unos días para mi cumpleaños?– preguntó a sus padres.
–Claro –respondió su madre– encontrar este libro merece que te adelantemos el regalo.
Aquella noche Fernando y sus padres viajaron por todos los continentes sin moverse de su casa. Lo hicieron volando en las alas de los cuentos de aquel fascinante libro.
Texto y fotografía: Paco Abril

martes, 24 de abril de 2012

Conferencia: "Los dones de los cuentos"

En este enlace puedes acceder a la información previa a la conferencia

sábado, 31 de marzo de 2012

El Cascanueces

El Cascanueces
Adaptación del cuento de
E.T.A Hoffmann realizada
por María Canosa
Ilustrador: David Pintor
Editorial: Pablo Zaera
De 7 a 107 años
Joaquín, de 10 años, puede contar que vivió en directo una gran batalla. Todo ocurrió cuando, a causa de la gripe, tuvo que quedarse un par de días en la cama con fiebre muy alta.
Recuerda, vagamente, que su madre le había puesto un paño de agua fría en la frente. También recuerda, de manera confusa, que alguien –es incapaz de saber quién, aunque sospecha de una tía que vive en A Coruña– le dejó encima de la almohada un libro titulado El Cascanueces. Y recuerda, en fin, que se puso a leerlo y que se durmió al terminar la lectura. Hasta aquí sus recuerdos más débiles.
Los recuerdos más vivos son de cuando despertó. Joaquín se frotó los ojos. ¿Dónde estaba? Aquella era y no era su habitación. El libro que acababa de leer se encontraba abierto por la última página, en un extremo de la almohada.
De repente, vio infinidad de ratones por todas partes. Iban vestidos con trajes a rayas y parecían, por sus torcidas sonrisas, los malos de una película.
El niño volvió a frotarse los ojos. ¿Estaría soñando? ¿Sería la fiebre que le hacía ver visiones?
Pero ni soñaba ni tenía fiebre. Mientras pensaba qué podía hacer contra aquella invasión de roedores, vio aparecer un ejército de soldados de juguete que, con gran arrojo, se lanzaron contra los ratones. Fue una batalla terrible. Luchaban con furia, sin permitirse ni un momento de respiro.
A Joaquín le costaba creer que aquello era real, aunque hasta podía tocar a los dos ejércitos. De pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando: ¡había dejado el libro abierto encima de la almohada y los personajes, y todo lo que en él ocurría, se había desparramado por su habitación! Se reconocía con facilidad, pues lo que había cobrado vida en su cuarto eran los magníficos dibujos del cuento. Así que, sin dudarlo un momento, se lanzó al otro extremo de su cama y cerró el libro de golpe. Y en ese instante todo volvió a ser como era antes.
Joaquín ha vuelto a leer El Cascanueces. Ahora ya sabe por qué sucedió aquella batalla entre los ratones y los juguetes, y, también, que puede revivirlo cuando quiera. También sabe que los libros, una vez leídos, deben cerrarse, pues, si se dejan abiertos, todo lo que en ellos sucede invade eso que llamamos el «mundo real».
Texto y fotografía: Paco Abril

El sueño de Lu Shzu

El sueño de Lu Shzu
Autor: Ricardo Gómez
Ilustradora: Tesa González
Editorial: Edelvives
De 7 a 107 años
A María, Cristina y Olaya su profesora les había puesto un reto difícil: «Tenéis que entrevistar a alguien que salga en un cuento, pero que no sea persona ni animal».
Tras mucho buscar, decidieron entrevistar a una muñeca que aparecía en el libro titulado El sueño de Lu Shzu. Y tomaron esta decisión por dos motivos: primero, claro, porque salía una muñeca que encajaba en lo que les había pedido su maestra, al no ser ni persona ni animal; segundo, porque el libro les atrajo desde el primer momento. Todo en él les llamaba la atención: su gran tamaño, las estupendas ilustraciones y hasta el papel de sus páginas que daba gusto acariciarlo.
Nada más entrar en el libro, las tres entrevistadoras se encontraron con la muñeca. Estaba decaída, como si acabara de ocurrirle algo que le hubiese hecho sentirse muy triste.
Las niñas la saludaron con afecto y le dijeron:
–No quisiéramos molestarte, pero te vemos muy apenada, ¿te podemos ayudar?
–Oh, muchas gracias por preocuparos por mí. Vuestro interés es la mejor ayuda. Estoy afligida porque una niña, nada más verme, exclamó: «¡Qué muñeca tan fea!». Me habría gustado contarle mi historia.
–Por favor, cuéntanosla a nosotras.
–Lo haré encantada. Yo nací en un sitio muy lejano, donde nacen los juguetes.
Las tres compañeras escucharon con el corazón encogido la historia de aquella muñeca y de las dagonmei, las chicas trabajadoras que las fabrican.
La conversación duró mucho tiempo. No podemos resumirla aquí, pero si queremos deciros que en El sueño de Lu Shzu está todo lo que la muñeca les contó a las niñas. Una historia que habla del durísimo trabajo que niños y niñas de muchas partes del mundo están obligados a realizar para que los que viven en los países más pudientes puedan disfrutar de los juguetes que ellos fabrican.
Texto y fotografía: Paco Abril

Mi papá

Mi papá
Autoras:
Coralie Saudo y Kris Di Giacomo
Editorial: Kókinos
De 5 a 105 años
Daniel Suárez, de 5 años, quería regarle algo muy, muy bueno a su papá, pero no se le ocurría qué podía ser. Descubrió eso tan, tan bueno cuando fue con su madre a una librería. Nada más verlo supo que aquel era el mejor regalo para su padre. Era un libro que se titulaba, precisamente, Mi papá.
–Mamá, este libro le gustará mucho a papi, ¿a qué sí? –preguntó Dani a su madre.
–Yo diría que le entusiasmará –le contestó ella riéndose.
Leyeron el libro en voz alta hasta tres veces. Y cuanto más lo leían, más se convencía Daniel de que ese libro hablaba de su querido padre.
El protagonista de esta historia nos cuenta que tiene un papá muy bueno, muy grande y muy fuerte, aunque todas las noches, todas, tiene el mismo problema con él. ¿Qué problema? Pues que nunca, nunca se quiere ir a dormir. Aclaremos esto, ¿quién no se quiere ir nunca a dormir? El padre, por supuesto, ¿quién iba a ser? Y el niño, todas las noches, con mucha paciencia, le dice con voz muy dulce: «Papaíto querido…Ya es tarde, hay que irse a la cama para estar en plena forma por la mañana».
A partir de ahí la cosa se va complicando. Y mucho. Todos sabéis por experiencia que un papá que no se quiere ir a dormir es agotador.
Y eso que los niños utilizan los más variados recursos para que se duerman.
Los cuentos no suelen fallar para tranquilizarlos, son lo que más los calman, pero cuando terminas uno te piden otro y otro. En eso de los cuentos los papás suelen ser insaciables. Y después piden agua, y pis, y que dejes la luz encendida, incluso algunos ruegan a sus hijos, poniendo cara de lástima, que los metan con ellos en la cama.
No, no es nada fácil llevar a un papá a dormir cada noche, por eso este libro es ideal para ellos. Los retrata de forma tan deliciosa que les encantará.
¿Os imagináis qué ocurriría si los niños nunca se quisieran ir a dormir como les pasa a sus papás? Sería un mundo al revés, un mundo que cuesta imaginar.
Dani le regaló el libro a su padre, y como es normal, se lo tuvo que leer una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez sin que su papá se cansara de oírlo y, por supuesto, sin que se durmiera.
Texto y fotografías: Paco Abril

Fernando Furioso

Fernando Furioso
Autor: Hiawyn Oram
Ilustrador: Satoshi Kitamura
Editorial: Ekaré
De 7 a 107 años

Pier, de 10 años, se metió, sin darse cuenta, en la casa de Fernando Furioso, o lo que es lo mismo, en el libro que se titula así.
Nada más entrar se quedó perplejo, esto es, confuso ante lo que debía hacer o pensar.
Al traspasar la puerta, oyó a Fernando decirle a su madre que esa noche quería quedarse a ver una película en la televisión.
Pier pensó que eso es de lo más normal, pues a él también suele apetecerle más quedarse a ver la tele que ir a la cama.
La respuesta que recibió Fernando, también la ha oído Pier muchas veces.
–No, es muy tarde. Vete a la cama.
–Me pondré furioso –dijo Fernando.
Y dicho y hecho. Se puso tan furioso como un viento huracanado que destrozara todo a su paso. Su cólera fue peor que la del más terrible de los terremotos.
De nada sirvió que su madre, su padre, su abuela y su abuelo le dijeran: «¡Ya basta!».
Pues no bastó. La habitación, la casa, la ciudad, el mundo entero se deshicieron en migajas ante la imparable furia de Fernando.
Pier, asombrado, acompañó a ese Fernando furibundo a través de las páginas del libro, a través de la ciudad destruida, a través del espacio. Y se sintió más confuso que cuando se metió en su casa.
«¿Me habré comportado yo alguna vez como Fernando?», pensó Pier poniéndose un poco colorado.
Al terminar la lectura, cerró el libro con cuidado, con mucho cuidado, procurando que no se escapara ni una gota de la ira que había contenida en él.
Texto y fotos: Paco Abril

Hoyos

Título: Hoyos
Autor: Louis Sachar
Editorial: SM
A partir de 11 años

Hay quien piensa que si un chico comete una falta o un pequeño delito, hay que castigarlo con severidad para evitar que se convierta en un delincuente. Eso fue lo que pensó el juez que envió a Stanley Yelnats a un campamento para muchachos descarriados, o dicho con las palabras del juez, a un correccional. Y esto es lo que se cuenta en Hoyos, uno de los mejores libros juveniles que se han publicado en los últimos años.
Sin embargo, «Stanley no era un mal chico. Era inocente del delito por el que lo habían condenado. Simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado».
El campamento a donde lo envíaron para que se reformara, se llamaba Lago Verde, aunque allí no había ningún lago.
«Antes había uno muy grande, el lago más grande de todo Texas. Pero de eso hace más de cien años. Ahora es sólo una llanura de tierra reseca».
Ya tenemos el protagonista: el bueno de Stanley; ya tenemos el paisaje en el que va a transcurrir la novela: un lago seco, y ya sabemos que ese lugar inhóspito es un reformatorio a donde se manda a los chicos malos.
Con estos ingredientes, el autor de Hoyos, Louis Sachar, construye una novela intensa, que nos engancha desde la primera línea. Una novela de muy fácil lectura, pero de muy difícil escritura. Cada palabra y cada frase parecen haber sido pensadas y pesadas para que digan lo justo, lo necesario, lo preciso. Diríase que en ese texto, tan bien armado, no falta ni sobra nada. Y sin embargo lo leemos con pasmosa facilidad, como si el autor nos estuviera contando esta fascinante historia al oído, y nosotros no quisiéramos que parase de contar.
Sorprende comprobar que, justo en la mitad del libro, hay un hermoso cuento en el que se relata la historia de Lago Verde hace ciento diez años, cuando era el lago más grande de Texas. Es un cuento magnífico que puede leerse o contarse sin necesidad de conocer el resto de la novela. Tiene una gran fuerza como relato en sí mismo. Pero si lo leemos con la novela, tal y como el autor lo pensó, todo el relato, y ese mismo cuento, adquieren la dimensión de la pieza que nos faltara para completar un fabuloso puzzle. Eso es lo sorprendente.
En ese lugar desolado, que es ahora Lago Verde, Stanley y todos sus compañeros de campamento, tienen que cavar todos los días un hoyo en la tierra dura y reseca del lago. Un hoyo de un metro de diámetro por un metro de profundidad. Cavar cuando el termómetro marca treinta y cinco grados a la sombra, no es precisamente una tarea fácil. Es algo que te llena de ampollas las manos, de agujetas los músculos y de impotencia el corazón.
A quien lea este libro también le quedará un hoyo en su interior, un hoyo insaciable que pide más y más lecturas como la de esta novela extraordinaria.
Texto y fotografía: Paco Abril

Candela y el misterio de la puerta entreabierta

Candela y el misterio de la puerta entreabierta
Autora: Reyes Martínez
Ilustrador: Luis Ángel Cernuda
Editorial: Círculo Rojo
De 8 a 108 años

Cada poco, Jorge le pedía a Reyes, su madre, que le leyera lo que estaba escribiendo. Ella, aparte de trabajar en un hospital y ejercer de madre (la profesión más extraordinaria que existe), es escritora. Y Jorge su mejor crítico.
Ella le empezó a leer:
«Candela estaba mirando por la ventana. Todos los día la misma historia. Estaba harta de números, mapas, ríos y tablas de multiplicar…»
–Espera, mami, espera, todavía no me has dicho cómo se titula tu libro.
–Ah, es verdad, claro. Lo he titulado Candela y el misterio de la puerta entreabierta. ¿Te gusta?
–Sí, me gusta mucho que tenga la palabra misterio, y también lo de «la puerta entreabierta» porque detrás de ella puede pasar cualquier cosa. ¿Y qué le ocurre a esa niña? ¿Es un libro de mucho miedo? ¿Tiene enigmas que resolver?
–Ay, ay cuántas preguntas a la vez. Te contesto una por una. Candela, la protagonista, es una niña muy curiosa y muy imaginativa. Todos los días se detiene ante una casa muy vieja y misteriosa que atrae poderosamente su atención. La madre de Candela, dándose cuenta de su interés, le hace prometer que jamás entrará en esa casa. A lo del miedo te diré que he puesto una pizca, la suficiente para que guste sin que asuste. Y sí, habrá bastantes enigmas de los que tanto te fascinan.
–Y la niña va a desobedecer y va a entrar, ¡a qué sí!
–Espera, espera que las historias tienen su ritmo.
Pero Jorge no podía esperar, aquel relato había prendido su interés con la misma fuerza que a Candela le atraía la vieja casa. Así que aprovechando que su madre tenía que atender a otras ocupaciones, se metió en el libro justo en el momento en el que Candela atravesaba la puerta prohibida. Jorge la siguió. De repente –y aunque la niña no lo veía– quedaron los dos atrapados en una habitación.
–On et sepucoerp –escucharon decir a un niño–. Odnauc savleuser le amgine al atreup es árirba.
Jorge creyó que aquel niño hablaba una lengua extraña, pero luego pensó, que aquella forma de hablar debía de formar parte de un enigma. Lo importante era descubrir la clave para poder entender lo que el niño decía. Y no podía ser muy difícil.
–¡Jorge ven a cenar! –oyó decir a su madre–. ¿Dónde te has metido? Ven, que se enfría la cena.
El niño salió del libro. Sentía dejar allí sola a Candela. ¿Qué sería de ella?, ¿llegaría a resolver el enigma?, ¿qué misterios encerraba aquella casa? ¿lograría Candela salir de allí?
Todas estas preguntas se agolpaban en la cabeza de Jorge mientras cenaba sin prestar atención a lo que comía.
En la cama, cuando su madre fue a darle un beso de buenas noches, él pegó un salto en el colchón y exclamó:
–¡Ya lo tengo! atsah anañam, imam.
–Ya sé dónde has estado –le dijo con cariño su madre al oído–.
–Y ognet sahcum sanag ed revlov.
–De acuerdo. Mañana podrás hacerlo. Candela te estará esperando.
Texto y fotografía: Paco Abril

La conejita Marcela

La conejita Marcela
Autora: Esther Tusquets
Ilustradora: María Hergueta
Editorial: Kalandraka
De 7 a 107 años
Daniela acaba de realizar un extraordinario viaje siguiendo la recomendación de su tutora, que siempre les dice a sus alumnos: «Viajar es una de las mejores maneras de conocer el mundo».
Daniela recordaba que la primera vez que la maestra propuso lo de viajar, un niño preguntó:
–Seño, ¿vamos a ir en tren, en barco, en autobús o en avión?
A lo que la profesora respondió de forma enigmática:
–Lo que os propongo no necesita de esos medios de transporte, sino de un vehículo capaz de llevarnos, no solo al mundo exterior, sino al mundo interior. Y no sólo a esta época, sino a cualquier otra. ¿Alguien adivina a qué me refiero?
Una niña contestó preguntado.
–¿Es una máquina del tiempo?
–Puede decirse que sí, pero una máquina que no necesita ningún complicado artilugio para funcionar. ¿Qué es?
Y Daniela también recordaba que fue ella la que dio la respuesta al enigma.
–Yo creo que eso es un libro.
Antes de continuar, aclaremos que la profesora de Daniela había sustituido la actividad de las fichas de lectura, que a la mayoría de los alumnos les resultaban fatigosas y aburridas, por la realización de un «Cuaderno de viaje», en el que cada uno anotaría su experiencia viajera.
Daniela, que acababa de regresar de un viaje al libro titulado La conejita Marcela, tenía muy vivos los recuerdos de su aventura, y escribió en su cuaderno que, nada más entrar en el libro, fue a parar a una preciosa pradera verde y un hermoso río. Pero dejemos que sea ella quien no los cuente.
«Al llegar, observé que aquel lugar estaba lleno, de conejos. Unos eran blancos y otros negros. Enseguida me di cuenta de que nunca se mezclaban. Los blancos vivían en la parte más alta del río, donde el agua era más fresca y la hierba más rica. Los negros vivían más abajo, donde el agua no era tan limpia y la hierba no tan sabrosa. Todos parecían estar de acuerdo con esta diferencia. Nunca se preguntaban si las cosas podrían ser de otra manera. Los conejos blancos miraban al frente, los negros al suelo. Jamás se miraban a los ojos.
Un día vi como una pareja de conejos negros tuvieron una hija preciosa a la que llamaron Marcela. Marcela no era como las demás. Era negra, pero tenía un ojo descontrolado que miraba para donde le daba la gana. Y le daba la gana mirar de frente, lo que ponía muy nerviosos a los conejos blanco y muy, muy preocupados a los conejos negros. Esto supuso un gran cambio en la vida de aquel lugar».
Hasta aquí lo que contó Daniela. El que quiera saber las impresionantes peripecias que pasó la conejita Marcela, tendrá también que viajar al libro donde se narra su historia. Y se sorprenderá.
Texto y fotografía: Paco Abril

sábado, 25 de febrero de 2012

1001 Juegos de inteligencia


Título: 1001 Juegos de inteligencia
Autora: Ángels Navarro
Editorial: Anaya
De 9 a 109 años
Fernando Romero Suárez, de 10 años, entró en la biblioteca en busca de un libro de juegos de inteligencia. En su colegio estaban tratando de organizar una ginkana, que, según leyó en el diccionario Clave, es una competición o prueba en la que los participantes deben salvar obstáculos y dificultades. Habían acordado que los obstáculos y dificultades que los participantes deberían superar serían de pruebas lógicas, tipo jeroglíficos, juegos de palabras, ejercicios de memoria, acertijos o problemas de matemáticas sencillos. A él, que le encantaba los juegos mentales, le habían propuesto que buscara un buen libro en el que se presentaran, de forma amena, clara y asequible este tipo de entretenimientos que potencian la capacidad de razonar.
Nada más traspasar la puerta de la biblioteca, vio a una señora, que no conocía, sentada en una mesa. Aquella mujer tenía el aspecto de ser una persona afable, inteligente y simpática. Pensó que se trataba de la nueva bibliotecaria y le preguntó cómo se llamaba. Ella le respondió de forma enigmática:
–Mi nombre es 1–14–7–5–12–20.
A Fernando le pareció una manera fascinante de empezar una conversación. Y esa misteriosa respuesta aumentó el interés del niño por la persona que la planteaba.
–¿Así que te llamas 1–14–7–5–12–20? Bien, bien. Pues me parece que esos números corresponden a letras del alfabeto. Si el 1 es la A, el 14 es la N, el 7 es la G, el 5 corresponde a la E, el 12 a la L y el 20 a la S. Tu nombre, por tanto, es Angels.
–Fantástico. Has acertado. Solo te faltó ponerle una tilde a la A. Mi nombre es, pues, Ángels y mi apellido 14–1–23 –1–19–19–16.
–Espera, déjame deducirlo. Tu apellido, que tiene las dos primeras letras de tu nombre cambiadas, es, es... ¡Navarro! Eres Ángels Navarro. Pero me parece que tú no eres la nueva bibliotecaria.
––Muy bien, chico, muy bien. Me dedico, sobre todo, a escribir libros sobre juegos de ingenio. Estaba buscando un niño juicioso, con gran capacidad lógica, que le gustaran los enigmas y la informática, que estuviera matriculado en el colegio Baudilio Arce, que tuviera 10 años, se llamara Fernando y se apellidara Romero Suárez y, lo más difícil, que fuera un entusiasta de los Beatles. Y lo buscaba para regalarle el último libro que he publicado. Como reúnes todas y cada una de estas características, este libro es para ti. Se titula 1001 juegos de inteligencia para toda la familia.
Fernando quedó encantado con aquel regalo, con aquel libro extraordinario que ahora no abandona casi ni para dormir.
Y este cuento, que parece de mentira, como todos; tiene mucho, mucho de verdad, también como todos. Lo que contiene de verdad cada cual lo tendrá que averiguar.
Texto y fotografía: Paco Abril