Es asombroso, pero ya se han cumplido veinte años desde que empezó a publicarse La Oreja Verde. Fue el 9 de abril de 1989 el momento exacto en el que empezó a andar, o mejor, en el que empezó a escuchar a los niños y a las niñas cuando contaban cosas que a las orejas maduras les parecían misteriosas. Y nunca faltó a la cita con sus lectores desde entonces.
Veinte años no son nada, dice una canción, pero son casi una vida. Los niños y niñas que empezaron a colaborar, pongamos con diez años, ahora son adultos de treinta. ¿Mantendrán su oreja verde? Veinte años no son nada, pero en este período de tiempo La Oreja Verde, haciendo honor a su nombre, publicó más de veinte mil colaboraciones de niños y niñas que expresaban lo que pensaban, sentían y soñaban en forma de magníficos textos y dibujos.
Veinte años no son nada, pero en ellos hemos tenido el privilegio exclusivo de conversar con la Bruja Pumaruja, con Blancanieves, con el Señor de La Oreja Verde, con el Abuelo que se convirtió en Gato, con don Quijote, con Pinocho, con Pippi Calzaslargas y muchos otros héroes inmortales más.
Veinte años no son nada, pero nos ha dado tiempo a viajar al interior de esos lugares tan peligrosos que son los libros, y a dar cuenta detallada de esos arriesgados viajes.
Veinte años no son nada, pero en ellos hemos puesto veinte mil esfuerzos, veinte mil ilusiones, veinte mil superaciones.
Veinte años no son nada, pero han dejado una huella imborrable.