Sobre “Reflexiones de
bebés anónimos”, de Paco Abril
Antonio García Teijeiro
Sé de Paco Abril desde hace ya muchos años.
Siempre lo he admirado por su manera tan personal de ver el mundo y la
literatura. Paco es un hombre exigente con lo que le rodea, con lo que se hace,
con lo que se dice, pero también con lo que, pese a su sabiduría, crea y
reflexiona él.
Tengo en mis manos este libro tan necesario como
hermoso.
“Reflexiones de bebés
anónimos” –que así se llama– es un
delicioso conjunto de piezas literarias, de joyas de ficción que te conmueven y
sorprenden desde el principio.
Hace algún tiempo recibía en mi correo
electrónico estos relatos que se publicaban en prensa. Paco me los enviaba
puntualmente y yo gozaba lo indecible con cada uno de ellos. Cuando leía el
cuento que me mandaba, ya estaba deseando leer el siguiente y cruzaba los dedos
para que no se olvidara de regalarme el que iba a escribir a continuación. Paco
no se olvidó jamás para mi satisfacción de leer y de gozar de unas lecturas
originales, imaginativas, todas ellas llenas de amor a esos seres humanos,
pequeños que no idiotas; niños y niñas pero no pequeños adultos; personas en
formación cansadas de no tener derechos como tales.
Sentí, desde el primer momento, que me encontraba
en el mismo mundo que respiraban esos bebés de entre un año y casi tres. Su
manera de hablar me pareció tan cercana, que llegué a sentir el efecto de lo
inmediato y de lo cotidiano.
En estas piezas maravillosas se hace patente la
enorme experiencia de Paco Abril en su faceta de ensayista, de contador de
cuentos, de poeta, de persona abierta a una realidad que no le gustaba
demasiado.
A través de la ficción, pone el dedo en la llaga
para que los adultos seamos conscientes de que hay que tratar, de mirar, de
dirigirnos a ellos de una manera diferente a como lo hacemos en general. Dejar
de infantilizarlos, de sobreprotegerlos, de robarles ciertos sueños con un afán
–equivocado– de pensar más de la cuenta por ellos por su propio bien. Y que tengamos presentes, también, que la
mirada de un niño aporta, muchas veces, mucha claridad en el día a día.
Ahora sigo teniendo “Reflexiones de bebés anónimos” en mis manos. Vuelvo a leer, ya
como libro, estas piezas literarias y, sin duda, me encuentro más a gusto en el
mundo. Lo comprendo mejor porque oigo a estos bebés y siento que los escucho.
Que aprendo a saber escuchar (algo que no es fácil). Hasta me siento menos
vulnerable como ser humano. Y capaz, además, de hacerlos más visibles que nunca
y lo dice una persona que los ha hecho visibles una y otra vez a través de la
docencia y de mi obra literaria.
Y ya termino.
Gracias, Paco, por este libro, por tus lecturas,
por tu creatividad infinita, por todo lo que llevas hecho a lo largo de tu vida
para que la infancia tenga siempre una presencia importante en sí misma, en una
sociedad que la ha minusvalorado con demasiada frecuencia.
Y te dejo mi cariño perpetuo, mientras leo a
Laura que, con sus 19 meses, constata a diario que los adultos somos muy
difíciles de entender. A ver si consigo ayudarla en su esfuerzo de descifrar
nuestros extraños comportamientos.
Antonio García Teijeiro, poeta. Premio Nacional de
Literatura Infantil y Juvenil