lunes, 14 de marzo de 2011

Ferdinando el toro

Título: Ferdinando el toro
Autor: Munro Leaf
Escrito a mano e ilustrado por Werner Klemke
Editorial: Lóguez
De 5 a 105 años





Aunque no lo había visto nunca, Nuria Tuero, de 8 años, reconoció enseguida a un torito joven que se encontraba sentado en una pradera llena de flores amarillas y rojas, y se dirigió a él sin dudarlo.
–Hola, tú eres Ferdinando, ¿no?
–Oh, sí, ¿nos conocemos de algo?
–No. Bueno, sí. Te explico. No te conocía en persona. Me había hablado de ti mi madre, porque vio una película tuya hace mucho tiempo. Así que en cuanto te encontré en esa pradera, sentado, contemplando las flores, pensé «este debe de ser el famoso Ferdinando el toro». Te veo muy, muy joven, pareces un ternerillo. ¿Cómo consigues conservarte así?
–Muchas gracias. Esa es la ventaja que tiene ser un personaje de cuento. Nosotros no cambiamos nunca.
–Oye, Ferdinando, mientras tú estás aquí sentado, contemplando las flores, veo que los demás toros están corriendo, embistiéndose unos a otros y dándose topetazos, ¿no te gustaría ser como ellos y acabar siendo toreado en una plaza ante miles de personas?
–Pues no, no me gustaría. Eso también me lo suele preguntar mi madre. Ella es una vaca muy comprensiva y sabe que no me gustan las peleas. Para mí no hay mayor disfrute que vivir en la paz del campo.
–¿Y no te sientes solo?
–También mi madre teme que me sienta aislado. No, no me siento ni solo, ni abandonado ni aislado. Me encuentro de maravilla.
–O sea, que quieres vivir tu vida.
–Sí, eso es lo que quiero. Vivir la vida que yo escoja, no la que otros escojan para mí.
–Eso es lo que deseamos todos, ¿no?
–Ojalá fuera verdad lo que dices, sin embargo, a muchísimas personas les dicen cómo tienen que vivir, cómo tienen que pensar, cómo tienen que divertirse y hasta qué tienen que comer. Lo curioso es que, cuando les preguntas, te dicen que todo eso que les han impuesto lo han elegido ellas.
–Sabes, me da mucho que pensar lo que me acabas de decir.
–¿Sí? Yo también rumio pensamientos aquí, debajo de los árboles.
–Aunque ahora lo que más me apetece es conocer tu extraordinaria historia.
–Pues nada, abre el libro, ven conmigo, que vas a ver lo que me pasó sin yo quererlo.