Autora: Odile Weulersse
Ilustradora: Rébecca Dautremer
Editorial: Edelvives
(Texto publicado en La Oreja Verde)
Pepa, una de las profesoras de primero, les preguntó a sus alumnos nada más empezar la clase:
“¿A quién le gustaría saber lo que le pasó a un niño árabe que se llama Nasrudín que hiciera lo que hiciera todos lo criticaban?”Aunque Irene, Natalia y Pedro, los tres de 6 años, fueron los primeros en levantar la mano, toda la clase, sin excepción, solicitó ir a conocer a Nasrudín.
La verdad es que Pepa sabía como hacerles viajar. Y esos viajes siempre les entusiasmaban. Para ello no necesitaba una agencia de viajes ni trasladar a los niños en complicados medios de transporte, no. Sólo necesitaba un buen libro, como el de Nasrudín.
Así que Irene, Natalia y Pedro abrieron las páginas de aquel libro como si fueran puertas y, durante un buen rato, desaparecieron dentro de él.Nada más entrar, vieron al niño protagonista del cuento. Estaba sentado sobre una alfombra a la sombra de una palmera bebiendo en un cuenco.
–¿Os apetece un poco de leche de camella con canela? –les dijo el chico nada más verlos dando así muestra de su hospitalidad.
–Oh, no, muchas gracias –contestaron los tres a la vez–, ya hemos desayunado. Luego oyeron la voz amable del padre que le decía a su hijo desde dentro de la casa:
–Nasrudín, ve a por el burro, que nos vamos al mercado.A lo que el niño contestó:
–Tus deseos son órdenes.
Aquella extraña forma de hablar del niño, aquel respeto hacia su padre, tan poco frecuente hoy en día, les sorprendió.
Los tres niños viajeros siguieron a Nasrudín, a su padre y al burro.
Comprobaron, asombrados, que si el padre iba montado en el burro y su hijo caminado, la gente los criticaba; que si iba Nasrudín montado en el burro y el padre a pie, la gente los criticaba; que si iban los dos montados en el burro, la gente les criticaba; que si iban los dos a pie junto al burro, la gente los criticaba. Hicieran lo que hicieran, la gente siempre tenía algo negativo que decir. ¿Qué tenían que hacer entonces para que nadie se metiera con ellos?
El padre de Nasrudín era un hombre sabio, así que buscó la manera de que su hijo llegara a descubrir por si solo cuál era la forma más adecuada de actuar.
Irene, Natalia y Pedro, los tres niños viajeros, sonrieron satisfechos al oír la conclusión a la que había llegado Nasrudín.Y si alguien más quiere saber la sabia decisión que tomó para que no lo afectaran las voces criticonas, no tiene más que abrir el libro, seguir sus preciosas páginas estupendamente ilustradas y oírla de los labios del mismísimo Nasrudín.
Autor e ilustrador: Patrick McDonnell
Editorial: Serres
(Texto publicado en La Oreja Verde)
La mañana de mediados de junio en que Sergio Andina, Álvaro de la Rosa, Andrea Peláez y Alba Fombona, entraron en la biblioteca y abrieron el libro titulado "¿Nada?", estaba nevando. Salieron a la calle a contemplar el espectáculo y vieron un paisaje blanco con dos casitas, una enfrente de la otra. En la ventana de una de ellas se hallaba un gato con cara preocupada; en la otra, sobre un cojín, dormía un perro. El gato les hizo señas desde detrás del cristal para que se acercaran. Ellos no lo dudaron ni un instante.–Hola, me llamo Morro –les dijo el gato–. ¿Podríais ayudarme, por favor? Estoy buscando algo para regalarle a mi amigo, el perro que vive en la casa de enfrente y no sé qué elegir.
–Regale un tazón para la comida sugirió uno de los niños
–Ya lo tiene –contestó Morro.
–¿Qué tal una cama de perro? –propuso otro.
–También tiene –dijo el gato.–Cómprale un hueso de juguete. A mi perro le gusta mucho.
–También tiene un hueso que le encanta. Eso que me sugerís ya lo había pensado yo. El problema es que mi amigo tiene de todo. ¿Qué se le puede regalar a alguien que lo tiene todo?
–Pues no le compres nada –dijeron un niño y una niña a la vez recalcando nada.
Al gato se le iluminó la cara y se puso a dar saltitos de alegría.
–¡Claro, por supuesto! Eso es lo que le regalaré. ¡Nada! Pero, dónde puedo encontrar nada?
En ese momento sonó la música de entrar en clase. Los cuatro compañeros se despidieron de Morro.
–Tenemos que irnos, no podemos llegar tarde a clase. Ojalá encuentres lo que buscas. Volveremos luego a ver si tuviste suerte –le comentó una de las niñas.
–Lo mejor que tiene tu amigo eres tú –le susurró Sergio antes de salir por la puerta.Los niños dejaron al gato en el momento en el que se disponía a iniciar su búsqueda del regalo para su amigo.
En clase, aquella mañana, permanecieron un tanto distraídos. Pensaban en sus amigo Morro, y estaban deseando volver a la biblioteca para saber cómo acabaría aquella historia. ¿Conseguiría encontrar Morro nada para su amigo?, se preguntaban.Susana, la profesora, notó enseguida que sus pensamiento estaban en otra parte. Por eso, cuando le preguntó a Álvaro en qué estaba pensando, éste respondió.
–En nada.
Y no mintió.
Autor e ilustrador: Peter H. Renolds.
Editorial: Serres
(Texto publicado en La Oreja Verde)
Lo que voy a contaros, casi ocurrió de verdad. Una niña llamada Judit Felgueroso, de 10 años, empezó a leer el libro titulado Casi. Y quedó tan impresionada, que casi se le olvida volver al cole, casi no se acuerda de ir a su casa y casi se golpea contra una farola por ir leyéndolo por la calle.
El día que le tocó presentarlo en clase, como era una niña muy tímida, casi no podía hablar. Pero su maestra, que sabía mucho de la timidez y de todos los miedos que produce, le dijo con voz suave y tranquilizadora:
–Como casi no puedes hablar, y sé muy bien lo que es eso, en vez de una presentación, puedes hacernos una CASI presentación.Judith CASI sonrió. Y habló con una voz que casi no le salía del cuerpo, pero habló.Y esto fue lo que dijo.
–El protagonista de este libro se llama Ramón. Es un niño al que le encanta dibujar.
Dibuja a todas horas y en cualquier sitio. Pero un día, su hermano mayor ve lo que está haciendo y suelta una gran carcajada.
La burla de su hermano le desanima tanto que se siente incapaz de hacer algo bien. Lo intenta, pero acaba tirando todos sus dibujos.
Al llegar aquí, Judith se calló, como si lo que estuviera contado le hubiera ocurrido a ella y le doliera.
La maestra y sus compañeros, acostumbrados a escucharse unos a otros, callan también.
Es un silencio de espera, de esos silencios que parecen decir: «Tómate tú tiempo, no te preocupes».
Ese silencio respetuoso da ánimos a Judith para seguir su casi presentación.
–Un día, Ramón se queda asombrado al ver que los dibujos que el tiraba convertidos en bolas de papel, eran recogidos por su hermana pequeña. Ella los desarrugaba y los colocaba con mucho cuidado en la pared de su habitación. Al señalarle ella uno de los dibujos de su hermano que más le gustaba, Ramón le dice, emocionado, que pretendía ser un jarrón, aunque no lo pareciera. Y ella le dice entonces algo que va a hacer que su hermano vea sus propios dibujos de una manera completamente nueva. Le dice: «Bueno, ¡parece un CASI jarrón!». Y Ramón, desde aquel día siguió haciendo casi dibujos, igual que yo he hecho hoy una casi presentación.